Yo no tenía la culpa

Al escribir mi anterior entrada, me acordé de un triste episodio del cual fui protagonista.

Esto ocurrió hace años, recién salido de la Escuela de Artes de Zaragoza. Un amigo de un amigo, que trabajaba en una consultoría de seguridad laboral, me llamó para que maquetase e ilustrase un libro sobre normas de seguridad laboral. Le di mi presupuesto que se basaba en un precio de 1.000 pesetas españolas (entonces el euro no acechaba) la hora (un presupuesto bajo ya que mi caché no era nada alto). Al cabo de unos días me llamaron para decirme que no aceptaban mi presupuesto y que el proyecto en sí no se iba a realizar. Vinieron a decirme que les resultaba un poco caro.
A mi me extrañó, ya que el precio no era caro, sino más bien barato, pero lo dejé correr. A los pocos meses me enteré por un amigo común el verdadero motivo del fracaso del proyecto.
A mi cliente no le pareció caro el presupuesto en sí, más bien el problema era que yo iba a cobrar más que él.

Alucinado por la noticia solo acerté a decir; "Yo no tengo la culpa de que él cobre poco". Pero me pareció una muestra bastante lamentable de la actitud de algunas personas que prefieren mandar al traste un proyecto entero por el simple hecho de que no les beneficia a ellos más que a otros.