Gracias Horst, gracias Hans


Hace unos días se publicó la triste noticia del fallecimiento, a los 81 años de edad, de Horst Brandstätter y se me partió el corazón.

Puede que usted, querido y paciente lector, esté pensando ¿y quién era ese tal Horst Brandstätter para ser tan importante para este tipo? Muy sencillo.

Horst Brandstätter fue el creador de los Playmobil. En realidad, él, fue uno de los creadores. El mérito creativo fue de Hans Beck (fallecido en 2009), quién diseñó los prototipos a petición de Brandstätter, en 1974.


Horst Brandstätter junto a un Playmobil sobredimensionado (foto: Daniel Karmann/dpa).
Hans Beck sosteniendo a uno de los últimos diseños de Playmobil (fuente:Carleso.com).

Verán ustedes (y esto va para largo); yo me crié en una época oscura, salvaje, y que ahora están tan de moda, conocida como década de los 80. Eran tiempos de la amenaza nuclear, Alaska y los Electroduendes me daban motivos para levantarme pronto los fines de semana y creía que la "guerra de las galaxias", de la que hablaban los telediarios, estaba ocurriendo de verdad sobre nuestras cabezas (al final solo era real en la mente de un mediocre ex-actor de Hollywood). Pero también fue la época de un juguete maravilloso. Era mi juguete favorito, y el de muchos niños, eran los Playmobil, aunque entonces los llamábamos "Clicks" (era el nombre con el que los comercializaba en España la empresa juguetera "Famosa").


Primeros diseños de Beck de 1974.

Los Playmobil eran unos muñecos de unos 7,5 cm. parcialmente articulados. Giraban la cabeza, los brazos, podían flexionar las piernas (sólo para sentarse) y finalmente pudieron mover las muñecas. Eran bastante sencillos; formas muy básicas un único corte de pelo (según el sexo del muñeco) y apenas dos puntos y una boca sonriente en la cara. No había ni orejas ni dedos y las chicas no tenían pechos. Y se completaban con ropa, objetos animales, vehículos y edificios. Eran desmontables, con lo que podías combinar brazos, torsos y piernas a placer. Al principio eran muy limitados. Tenían las manos fijadas al brazo, no había tanta variedad de complementos como ahora y los clicks femeninos eran espantosos.

A pesar de aquellas limitaciones eran fantásticos. Los clicks estaban hechos con mucha calidad y lo más importante agudizaban el ingenio y la imaginación. Me pasaba buenos ratos jugando con ellos. Eran (y siguen siendo) el juguete perfecto. Eran bastante económicos, ampliables y personalizables. Los clicks, que un día, eran el 7º de caballería, al siguiente eran atletas y al otro diputados del congreso (sí, yo jugaba a esas cosas). ¡Era imposible aburrirse! ¡Eran mis favoritos!


Clicks a montones. (fuente: Bolsamania.com)

En mi colección estaban el 7º de caballería, los del espacio, piratas, policías, soldados medievales... también tuve la patrullera, un jeep, un helicóptero, un tipi polar (con su trineo, sus perros y todo), incluso tenía el codiciado barco pirata. Pero el que más me gustaba era una casa de la sabana africana. Era muy grande, estaba muy bien hecha y gracias a su plataforma, a veces, era el puerto del barco pirata. En realidad, eran tantas las situaciones y aventuras que les hacía pasar, que no terminaría nunca si empezase a enumerarlas. Mi favorita era cuando me las apañé para convertir el armario, las cajas donde las guardaba (cajas usadas de detergente) y la cubierta del barco pirata en el santuario de una especie de orden de monjes guerreros de un futuro post-apocalíptico. Así podía jugar con ellos y para recoger sólo tenía que cerrar las puertas del armario. A veces, con cajas de zapatos, hacía ciudades en el salón de casa. Se acababan quedando ahí días y días junto a la paciencia del resto de la familia.

Cuando iba a casa de mi primo César, me llevaba mis cajas de clicks, los juntaba a los suyos y jugábamos durante horas. Es algo mayor que yo, así que, llegado el momento de su estirón me cedió toda su colección. Al final, a mi también me engañaron con eso de que ya era mayor para andar jugando con clicks y los míos se metieron en las cajas de detergente para no salir más. Ahora viven dentro de esas cajas en la buhardilla de la casa de mi padre, en su pueblo, a más de 600 km. lejos de mi. Y los echo de menos.


Más y más clicks (foto: Daniel Karmann/dpa).

Alguna vez he pensado en comprar alguno; como la colección de vikingos que me hizo mucha gracia. Y el año pasado mi mujer me sorprendió regalándome un Playmobil (ahora se llaman así) pintor renacentista. Ahora son muy diferentes. Hay mucha variedad, sus complementos y formas son más específicos y también hay que decirlo las mujeres Playmobil tienen tetas. Y aún así, siguen siendo igual de fascinantes.

Siento haber redactado un texto tan largo. Me siento como un abuelo cebolleta dando la vara con sus batallitas (de Playmobil).


Gracias a Hans y a Horst una parte de mi infancia fue imborrable y estoy seguro de que gran parte de lo que soy ahora es gracias a su creación.

Por eso: Gracias Hans, gracias Horst. De todo corazón. Ojalá os lo hubiese podido agradecer en vida. Gracias por darme una infancia llena de aventuras. Os llevaré siempre en el corazón.


+ Info: